“Agua meditabunda que refleja
las cosas que está pasando
y agua que abre los ojos – esos
en que vemos el mundo reflejado
que es tan mundo como el mundo…”
Francisco Segovia
Las temáticas que anualmente establece la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como parte de la conmemoración por el Día Mundial del Agua, cada 22 de marzo, se han enfocado no solo en el cuidado del líquido, pues han mencionado otros aspectos como el saneamiento, la salud, la energía y, como en este año, los glaciares.
Detrás de lemas poderosos de años anteriores como “Agua para el futuro” (2003), “Compartiendo el agua, compartiendo oportunidades” (2009), “La respuesta está en la naturaleza” (2018), “Valoremos el agua” (2021) o “Aprovechar el agua para la paz” (2024), hay un recordatorio de que el agua es vida y es un recurso que se debe preservar porque está en peligro.
De esta manera es que surge una interrogante: ¿Es una celebración, una conmemoración, o una advertencia?
En 2025, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización Meteorológica Mundial, son los organismos que encabezan la conmemoración del Día Mundial del Agua, cuyo lema es: “Conservar los glaciares”.
A medida que aumenta la temperatura del planeta, nuestro patrimonio helado se reduce, y el ciclo del agua se vuelve más Impredecible.
En los últimos años, nuestro planeta ha sufrido diversos fenómenos naturales derivados del deshielo de los glaciares: crecidas, sequías, deslizamientos de tierra y el aumento considerable del nivel del mar. Ante este panorama, la ONU ha dado como respuesta para hacer frente al calentamiento global es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, para lo cual los países deben trabajar con energías renovables: solar, eólica e hidroeléctrica.
El rápido derretimiento de los glaciares provoca que los flujos de agua se vuelvan inciertos, lo que acarrea profundas repercusiones para el planeta y sus habitantes.
¿Cuál será la relación entre nuestra cotidianeidad y la importancia de conservar los glaciares? De acuerdo con la ONU, casi 2,000 millones de personas dependen del agua de los glaciares, el deshielo y la escorrentía (escurrimiento) de las montañas, para el consumo propio, la agricultura y la producción de energía.
Esas mismas 2,000 millones de personas carecen de acceso al agua potable gestionada de manera segura. Basta con ver el contraste entre quienes ven como habitual ver caer agua limpia con solo abrir la llave, y aquellos que tienen que caminar kilómetros para conseguir una cubeta o un bote, familias que pagan cantidades, en ocasiones, estratosféricas en el servicio de las pipas, o comunidades cuyos cultivos se pierden por falta de riego.
En efecto, la fecha tendría que ser un llamado de alerta, una advertencia, más que una celebración o una conmemoración. Cada año surge la pregunta, quizá trillada pero poderosa e inevitable: ¿Qué estamos haciendo para cuidar el agua?
Las respuestas son variadas, que van desde diversos hábitos, una correcta gestión del agua (como la del deshielo, ya que estamos con el tema de los glaciares), exigir efectividad en políticas públicas, o educar desde las infancias a cuidar el agua, como dibujar el ciclo del agua o los usos que le damos al líquido; muchos de esos trabajos escolares, a veces, participan en concursos organizados por escuelas o instituciones públicas.
Los gobiernos, de distintos partidos, de todos colores e ideologías, prometen en cada campaña con políticas públicas que, supuestamente, harían más eficiente la gestión del líquido. En lugar de eso, la crisis se agudiza, sobre todo en sectores poblacionales que no cuentan con el servicio, incluso, desde hace varios años.
Noticias aparecen y se difunden, de gente a la que no le cae ni una gota. De viviendas que les cae agua sucia, turbia, inutilizable. De manifestaciones y bloqueos a principales vías de comunicación, por parte de comunidades que sufren la carencia del líquido, en municipios como Ecatepec, Chimalhuacán, Nezahualcóyotl, solo por mencionar algunos.
Todo ello sin contar con que el año anterior, en territorio mexicano, hubo lluvias, que permitieron (afortunadamente) la recuperación de los niveles de cuerpos de agua que mostraban señales de alerta de sequía: las presas La Boca o Cerro Prieto, que tenían un 33 por ciento (o menos) de su capacidad en el estado de Nuevo León, los lagos de Cuitzeo y Pátzcuaro, en Michoacán, entre otros sitios naturales que encabezaron reportajes para televisión.
No obstante, más allá de todas las problemáticas, retos, denuncias y adversidades que he expuesto en este texto, el Día Mundial del Agua también representa una oportunidad. No se trata solamente de mantener la llave cerrada mientras se lavan los dientes, o están en la ducha aplicando el champú o el jabón, o usar una sola cubeta para lavar trastes, pisos o sanitarios, o juntar el agua de la lluvia de la cual se puede sacar provecho para el aseo doméstico. Se trata de exigir que el derecho al agua no quede en una simple promesa, sino en una realidad.
Por último, Naciones Unidas exhorta a la gente a trabajar juntos, para hacer de la preservación de los glaciares uno de los ejes con los que enfrentan el cambio climático y la crisis mundial hídrica.
El llamado para todos nosotros como seres humanos es a cuidar y proteger este recurso que, además de contribuir a nuestra hidratación e higiene, sostiene economías, cultiva alimentos y equilibra los ecosistemas. En pocas palabras, y agregando el contexto del tema conmemorativo de este año: “Cuidemos el agua, los glaciares y todo el planeta, porque es el único lugar donde existen los osos polares”.
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